viernes, 30 de mayo de 2008

La Escuela


La nueva rectora, esposa del antiguo rector, mirando desde su balcón al patio en el cual se encontraban sus alumnos, esperando el silencio, se sintió lista para dar su discurso de bienvenida. Era su primer año en el colegio y quería imponer reformas en éste ya que sus antecesores habían hecho de esta institución un desastre. Habían robado parte del presupuesto escolar, engañado a sus subordinados, y desilusionado a los alumnos. La nueva rectora tenía su discurso bien preparado, lo había practicado toda la semana y ya lo sabía de memoria. Primero se presentó, luego hablo sobre sus planes y finalmente anunció su principal reforma para lograr que la economía del colegio mejorara: aumentar las retenciones a los sueldos de profesores y aumentar la cuota de los alumnos, según ella un quince porciento, que en realidad era un cincuenta.
Los profesores y alumnos empezaron a quejarse, y lentamente un ambiente de protesta empezó a gestarse tanto dentro de las aulas como fuera de ellas en la tan prestigiosa institución. A pesar de las numerosas reuniones entre los representantes de los profesores y la rectora, el desacuerdo seguía y la paciencia se agotaba. La amenaza de paro de los profesores hizo reaccionar a la rectora que prometió cambios para satisfacer las necesidades del profesorado. En un supuesto discurso conciliador, la rectora acusó a los profesores de utilizar materiales prescindibles para aumentar los costos de la institución.
El profesorado, ya sin paciencia, agotados por las numerosas disputas, decidieron dejar de enseñar hasta el momento en el cual un acuerdo fuera realizado: se llamó a la huelga docente. Durante la huelga los profesores recibieron en mayor parte el apoyo de los alumnos que mediante protestas ayudaron a éstos a hacer llegar su queja. Lápices y lapiceras atacaron contra la rectora, pero aún así la situación sigue sin resolverse.

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