lunes, 26 de mayo de 2008

Cuentos 2008, realismo maravilloso- 2












XXL

Los cañonazos resonaban con estruendos dignos de Thor, mientras que de cada lado del campo entre los dos pueblos caían soldados. Aníbal Caníbal hizo escuchar un grito aterrador que tapó por un instante la cacofonía del combate. Abalanzó sus mil doscientos kilos de grasa sobre un escuálido enemigo, asfixiándolo hasta la muerte. Arrepentido de esta acción ya que se encontró en la incapacidad de levantarse, su mente se escapó de la guerra. Y recordó el comienzo.

Discriminación. Una palabra que escuchó y comprendió desde su niñez, y que lo había perseguido siempre. Flacoburgo se caracterizaba por la anorexia de sus habitantes, y él no era precisamente de contextura pequeña. Sufrió múltiples miradas burlonas, muchos comentarios negativos y una amplia variedad de insultos relacionados con su tamaño desde su niñez hasta la edad adulta. Algunos habitantes se encontraban en su misma situación. Y todos estaban cansados. A los 28 años y doscientos cincuenta y seis kilos, Aníbal Caníbal convocó a todo citadino de Flacoburgo de más de cierto peso a reunirse en un salón especialmente alquilado a un fino comerciante para la ocasión. El aviso se comunicó de boca en boca y el día previsto, la sala estaba prácticamente llena. Aníbal se subió a un estrado colocado en frente de una sucesión de robustas sillas de madera e invitó a sus pesados compañeros a sentarse. Al apoyarse los anchos cuerpos en las sillas de caoba, estas gimieron aterradas y se escaparon a toda prisa por la puerta de servicio. No fue posible capturarlas, por lo que los invitados debieron contentarse con el mármol del suelo. Y Aníbal comenzó a hablar.

- Mis queridos compatriotas –tronó-. Los he llamado de cada rincón de Flacoburgo para que hoy respondan a una simple pregunta que ronda nuestra mente, acechando a nuestro consciente y martirizando a nuestro subconsciente. Desde tiempos inmemoriales, los habitantes de este sombrío pueblo nos han maltratado y excluido. Nos insultaron, nos alejaron de sus vidas, hicieron que nos sintamos horribles. ¡Pero esto acabará! – se oyó un estruendo de gritos de júbilo – Nosotros, los gordos, ¡nos sublevaremos contra este abuso de discriminación! – Más gritos – Sentirán nuestro odio, sentirán nuestra furia, les haremos pagar por todo lo que nos han hecho. ¡La venganza será aterradora! – el salón estuvo cerca de derrumbarse por la fuerza de los “¡hurra!” y “¡viva!”- ¡Venceremos! Si todos están de acuerdo, propongo abandonar el pueblo antes del anochecer y asentarnos en la cercanía para preparar el sufrimiento de los flacos. ¡Estén listos!

Con una velocidad increíble, el salón se vació. A las doce en punto, se podía observar una fila de enormes futuros guerreros alejándose de Flacoburgo. Y Grasondo nació. Durante cuatro meses, dos semanas y cinco días, los pesados citadinos se entregaron a un entrenamiento fuerte y duro, que consistió básicamente en ingerir toda clase de grasas, de glucosa y de otros elementos engordantes, lo que les permitió cuadruplicar su peso en poco tiempo. Adquirieron la habilidad de quemar calorías a voluntad, lo que les proporcionaba una fuerza colosal durante un corto lapso de tiempo. Rápidamente, sus cuerpos adquirieron una contextura flácida pero resistente capaz de repeler un cañonazo. Y se declaró la guerra. Flacoburgo se había enterado de esta inminente invasión, lo que les permitió preparar a sus soldados de forma totalmente básica.

Un martes, a los seis meses de la creación de Grasondo, una línea de escuálidos guerreros se alzaba en la planicie entre los dos pueblos. Y aparecieron los rinocerontes. Una manada de enormes criaturas surgió en frente de ellos, armados con sus simples manos. Cuando el ejército Flacoburgués reconoció a los Grasondinos, estos ya se encontraban a pocos metros de la primera fila. El choque fue fenomenal. Flacos cuerpos volaron por los aires mientras que gordos masivos rodaban por el suelo. La artillería Flacoburguesa se puso en marcha, escupiendo metal sobre el ejercito Grasondino. Todo par de ojo escuálido se dilató de terror cuando vieron sus propias balas rebotar y dirigirse hacia ellos. Aníbal Caníbal lideraba la ofensiva, apartando a manotazos finas cabezas. Y ahora, allí se encontraba. Tirado en el suelo, rememorando el pasado. Reflexionando. Un cuerpo flaco estaba tendido a su derecha, uno macizo se extendía a su izquierda. Y súbitamente, una idea cruzó su mente. ¿Por qué responder al sufrimiento con la violencia? ¿Por qué no intentar establecer la felicidad sin muerte? Decidido, llamó a la retirada. Walter Neroalorno, Su subordinado, el segundo al mando, no entendió.

- ¿Qué es lo que nos pides? ¡Estamos a pocos minutos de conseguir la victoria contra estos malditos flacuchos!

- Les pido la retirada. ¡No me cuestiones! ¡Retirada general!

Quemó una buena cantidad de calorías para lograr levantarse, y corrió al pueblo como ya lo comenzaban a hacer sus compatriotas. Una vez todos reunidos a la entrada de Grasondo, Aníbal tomo la palabra.

- ¡Compañeros! La muerte no es la solución. Lo he pensado, y ahora se que debemos conseguir la paz sin luchar. – Las caras de los soldados se iban volviendo cada vez mas incrédulas – ¡Cesemos este combate inútil y sangriento! – La incredulidad se volvió enojo – Solo debemos argumentar y llegar a un acuerdo. ¡Ellos entenderán! – El enojo mutó en ira – Escúchenme, compatriotas. ¡Pidamos la paz! ¡Rindámonos, y lo comprenderán!

Las palabras que iban saliendo de su boca comenzaron a tomar forma. Enfurecidas, se abalanzaron sobre Aníbal Caníbal, consiguiendo asfixiarlo.

Su corazón dejó de latir.

La multitud en frente del cuerpo se dio vuelta, y, con una expresión de alivio, volvió al campo de batalla.


1 comentario:

Marina dijo...

Opinión personal: Este cuento presenta una amplia variedad de vocabulario perfectamente preciso para cada descripción diferente, lo que permite imaginar los hechos y personajes de manera clara. Es un cuento muy atrapante pero lamentablemente no presenta muchas características del realismo mágico. Tiene una gran cantidad de hipérboles lo que lo convierte en más atrapante aún. El cuento nos pareció excelente, pero al no cumplir completamente con la consigna de aplicar características del realismo mágico que podrían agregarse por ejemplo en la manera en la que se muere Aníbal Caníval o se podría haber hecho que al volver los gordos de Grasondo se conviertieran en flacos de golpe.
Nuestra nota es de 9