lunes, 26 de mayo de 2008

Cuentos 2008, realismo maravilloso- 4


















La bailarina pesada

Estela levantó la mirada asustada. Todos los objetos de su cuarto estaban intactos como el día en que por fin había logrado desaparecerse. Todavía tenía puesta la malla de danza que se estaba probando para verificar que todavía le entrara, pero su cuerpo estaba muy diferente: su cadera tenía un tamaño afinado, su cintura estaba perfectamente marcada y su barriga había desaparecido totalmente.

Todo había comenzado el día del ataque de ansiedad en el que se había comido gran parte de los muebles de su cocina como consecuencia de una prolongada dieta en la que no había logrado adelgazar más de dos kilogramos. Estela había llegado apresurada a su casa dando grandes zancadas y había corrido bruscamente hacia el baño quitándose la ropa instantáneamente. Había respirado hondo manteniendo el aire durante unos segundos y se había parado sobre la balanza con los ojos cerrados. La balanza indicaba ciento cinco kilos con quinientos gramos. Estela abrió los ojos sin lograr entender la causa de esos malditos números. “Cinco gramos menos… sólo cinco… ¿Para esto me morí de hambre todo el día? ¡Por cinco gramos!” gritó rompiendo a llorar. Se soltó decepcionada sobre el gran sillón de su living y encendió la televisión. Un desfile de modas estaba siendo transmitido por el canal preferido de Estela. “Qué injusticia” pensó ella con los ojos rebasando de lágrimas. Se levantó con dificultad y se dirigió a la cocina. Abrió su heladera y recordó que hacía varios días que no iba al supermercado para no tentarse con la comida, y por ello ésta se encontraba vacía. No dudó mucho rato en realizar un deseo que pensaba hacía un tiempo largo: comerse los muebles. Después de todas las distintas combinaciones que había hecho, esto era lo único que le faltaba probar después de haber probado todos los gustos posibles de la tierra, entonces empezó por la mesa. Dio unos fuertes mordiscos y masticó con dificultad por unos minutos. Luego le siguieron la alacena, la heladera y las sillas, hasta que se sintió satisfecha, y caminó hacia su cuarto con dificultad sintiendo pesadez estomacal. Se miró al espejo y observándose durante unos pocos minutos vio cómo se iba inflando rápidamente. Se sentó sobre su cama sintiendo una culpa que rajaba el piso de madera, totalmente desanimada. Volvió a mirarse en el espejo, y vio una mujer espantosa y redonda similar a una piñata de cumpleaños. Sintió la profunda necesidad de desaparecer de la faz de la tierra, de ser simplemente invisible a todo ojo. Fue entonces que recordó que todavía conservaba la malla de danza clásica que utilizaba en sus viejas épocas, hacía treinta años, cuando todavía lograba tocarse la punta de los pies con las manos. Se la puso sin siquiera pensarlo e intentó levantar una pierna. Intento fallido. Lo volvió a probar, y falló nuevamente. Por fin lo logró en el tercer intento, fue entonces que giró haciendo la pirueta que aún recordaba, y desapareció.

Estela reapareció en un salón de baile vacío, agarrada de una barra y con la pierna en alto. Bajó su pierna, miró a su alrededor desconcertada y recordó de qué salón se trataba: era el lugar en que su madre solía darle clases de ballet. Acarició la barra unos segundos suavemente haciendo aparecer imágenes en su cabeza que aún recordaba de aquella época. Y al instante apareció el espíritu de su madre con cola de sirena. Estela dio un sobresalto, retrocediendo, en el que hizo qus se golpeara la barra contra el espejo haciendo que éste rompiera las cortinas que separaban el salón de otro.

“- ¡Mamá! ¿Qué estás haciendo acá?

- Hija mía, después de tanto tiempo recordaste lo que te había dicho.

- Sí… que cuando necesitara ayuda de manera urgente me pusiera la malla e hiciera la pirueta que me enseñaste durante tanto tiempo.

- Exactamente. Y dado que necesitas ayuda, yo te puedo conceder cualquier deseo.

- Bueno… Pienso que me podrías ayudar con un poco de plata porque el techo del baño de casa tiene una humedad que me moja hasta el auto, pero creo que voy a pedirte una televisión porque el botón para cambiar de canal está trabado y tengo que mirar siempre lo mismo. Pero ahora que lo pienso… un escritorio no me vendría…

- ¡No, hija! Ese tipo de cosas no, -la interrumpió la madre a Estela-, vos estás deseando algo muy superior a lo que acabas de decirme. ¿Acaso no recordás por qué te pusiste la malla?

- Si… bueno… en realidad es algo de lo que me avergüenzo, pero sí, lo recuerdo perfectamente, y creo que ya sabés cuál es el deseo que quiero pedirte.

- Bueno, ya no hay más de que hablar entonces, en cuanto vuelvas a tu casa, tu deseo se habrá hecho realidad. Ahora mismo tengo que irme, en cuanto me necesites, ya sabes qué hacer.

- Espe…”. Pero la madre de Estela ya había desaparecido, y ella instantáneamente empezó a girar a toda velocidad, hasta aterrizar sobre tierra firme.


1 comentario:

Marina dijo...

"La bailarina pesada" es un cuento original que nos mantiene intrigados gracias al flashback del principio. Este cuento presenta características del realismo mágico como la posibilidad de comer muebles y la habilidad de encontrar a su difunta madre en un salon de baile con una danza que le había enseñado. Globalmente, es un buen cuento que mantiene entretenido.
8,5/10