miércoles, 4 de junio de 2008

El puerto


El puerto se situaba en la desembocadura de un río en el que, según algunas leyendas, yacía una cantidad inimaginable de plata. Un hombre estaba dando vueltas alrededor del puerto mientras meditaba sobre su situación económica. Juan vivía de la pesca, pero últimamente estaba teniendo unos cuantos problemas. Hacía más de una semana que no podía trabajar debido a la escasez de combustible para su barco. Estaba desesperado, ya que sabía que le descontarían ese tiempo perdido de su sueldo, y, junto a la fuerte subida de los precios de los alimentos, temía no poder alimentar a su esposa y a sus 3 hijos. Varias veces intentó hablar con su jefe para que le subiera el sueldo, pero aún así, tenía una gran traba: trabajaba en negro. Hacía ya 15 años que hacía lo mismo y estaba cansado, pero no podía dejar su empleo. Sabía que trabajar en esas condiciones le impediría obtener una jubilación, y que si sufría algún accidente nadie lo ayudaría, pero no tenía otra alternativa. Cuando había aceptado el empleo, no se le había ocurrido pensar en las consecuencias que tendría en el futuro, y, cuando se dio cuenta, fue demasiado tarde. Aún así, su preocupación se debía también a la contaminación del río donde pescaba. Era bastante frecuente encontrar basura acumulada en las orillas del río, y, en algunas ocasiones, la red que usaba traía bolsas y latas que la gente había tirado sin importarle lo más mínimo el medio ambiente. Juan se sentó y miró al horizonte. Estaba anocheciendo y el sol desaparecía lentamente, engullido por el agua. Juan suspiró y, después unos minutos de silencio, se fue tristemente hacia su casa, deseando que todo fuera un sueño del que despertaría al día siguiente.

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